Un paraiso sumergido
Sumergirse en el azul cristalino de las lagunas, en los pasos coralinos o en el océano y poder observar las estrellas de mar, es posible. La Polinesia Francesa tiene reputación de ser un verdadero paraíso en la tierra, pero el fondo de sus aguas, menos conocido y frecuentado por los hombres, está también a la altura. Es suficiente sumergirse simplemente con aletas para emerger maravillado. La diversidad de sus islas sólo es igualada por la de sus fondos marinos.
En Tahiti, como en sus islas, todo es historia y encuentro. El encuentro entre un mundo aún virgen y los amantes de las inmersiones. Del lado de las islas de la Sociedad, las rayas saludan a los recién llegados. Los peces payasos sacan tímidamente la cabeza de las anémonas para saludar a sus huéspedes. Los masivos corales de brillantes colores rebosan de una vida insospechada, como las naves hundidas que encuentra nuevos ocupantes. Es el caso del Nordby cuya tripulación está compuesta hoy en día de nudibránqueas moteadas. Las caídas vertiginosas que se clavan en los abismos misteriosos causan la admiración de los buceadores. Los aficionados al buceo más excitante pueden aventurarse con las múltiples especies de tiburones que rodean los atolones Tuamotu. Es el último lugar del mundo donde aún se pueden encontrar tantos: tiburones grises, oceánicos, martillo, tigre... que en ocasiones hacen el papel de estrella frente a las cámaras de los aficionados. Se cruzan igualmente las manta rayas en vuelo, los veleros que pasan, delfines acróbatas o majestuosas mantas. Las mantas rayas y los tiburones martillo se encuentran por decenas en las aguas de las islas Marquesas. Además, los anfibios que acepten cambiar su botella por un simple tubo, pueden nadar con las imponentes ballenas jorobadas en busca de un poco de descanso, en las generosas aguas de las islas Australes. Con un poco de suerte, verán a las mamás iniciar a sus crías en los juegos de cabriolas, y escucharán el melodioso canto del macho amoroso.